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Tres miradas a la historia contemporánea (electronico)

Discursos méDicos en torno a la infancia M. Alanís Estos deseos de la señora Aída S. de Rodríguez y de los médicos dedi- cados a la infancia quedaron plasmados en el papel, pero era necesario que se distribuyeran entre la población. Los encargados de repartir el Libro fueron los maestros de las escuelas –sobre todo de las rurales–, las autoridades mu- nicipales y distintas instancias del Departamento de Salubridad. De acuerdo con el periódico El Nacional del 27 de enero de 1934, “decenas de millares de mujeres mexicanas de todas las clases sociales” se habían beneficiado de los consejos del Libro, sobre todo “las más humildes mujeres, las más pobres campesinas, aquellas que ni siquiera saben leer ni escribir, pero que atendien- do a la necesidad de criar a sus hijos desde que ven la primera luz, encuentran útiles consejos para lograr este propósito”. De hecho el diario señalaba que la primera dama había recibido un nú- mero considerable de cartas de distintos puntos de la república de mujeres que agradecían que el Libro hubiera llegado a sus manos. Tal fue el caso de la 119 señora Natividad Medina, de la población de Pinos, Zacatecas, quien opinó que eran “tan claros los consejos que hay en las páginas del libro, tan sencillos y tan fáciles de atender, que sin duda alguna basta que haya sido leído por una mujer aun de escasa inteligencia, para evitar los innumerables peligros que rodean a un niño recién nacido”. Para Natividad la mortalidad de los niños de pecho de su población había disminuido gracias a los preceptos del libro. Por su parte Cástulo Cerrito, cabo de vía de los Ferrocarriles Nacionales de México, escribió a nombre de su esposa quien no sabía leer ni escribir, pero que había recibido el libro La madre mexicana y su hijo Isidro, que con- curría a la Escuela Rural Federal de Corral de Piedra, le había leído algunas hojas y por eso se daba cuenta “de que si todas las esposas de los presidentes se ocuparan de nosotros los indígenas más las amáramos y estaríamos con los gobiernos que nos ayudan”. Señaló que muchos de los compañeros de traba- jo de Cástulo querían tener un ejemplar y pedía que no se olvidara de ellos. Se afirmaba que sólo los maestros rurales habían repartido más de 23 000 ejemplares de la obra entre mujeres indígenas, y lo que queda claro es que no se necesitaba saber leer o ser el propietario de un ejemplar, pues es de suponer que muchos de estos consejos fueron transmitidos de boca en boca, que sus ilustraciones se grabaron en parte de la población. Sin embar- go, más allá de los un tanto dudosos comentarios elogiosos que publicaron los diarios, la distribución del Libro debió enfrentarse a diversas dificultades D. R. © 2013, Instituto Mora Se autoriza la reproducción total o parcial de este artículo, siempre y cuando se cite la fuente.


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