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Representaciones y practicas sociales

RepResentaciones y pRácticas sociales isbn: 978-607-9294-01-4 o alguien, realizada a su vez por algo o alguien y para alguien.3 Es decir, debe existir un objeto de la representación, un “creador” y un receptor de la misma. En este trabajo el objeto de la representación será la población de origen afri- cano en obras creadas por tres pintores europeos para su público de origen. Basándose en el “saber compartido” entre los artistas y su público, los observadores construyen la representación del “otro” empleando la compa- ración, la analogía, la “traducción” y la inversión. A partir de que existen, al menos, dos términos, el yo/nosotros (los pintores europeos y los destinatarios de su obra) y el otro (los habitantes de México), es decir, partiendo de la di- ferencia entre los mismos, el observador describe al otro y lo “traduce” a su audiencia. No obstante, como señala Hartog, la dualidad de la retórica de la alteridad tiende a excluir de la representación a un tercer término. En este tra- bajo, esto es especialmente conflictivo al entrar en comparación la figura del 12 observador con más de una alteridad. La población indígena es el segundo término de la alteridad, es el “otro” de los pintores europeos por su exotismo, mientras que la población de origen africano es el “tercero excluido”, es otra alteridad que no buscaban, pero que igualmente encontraron y plasmaron en sus obras.4 Además, aunque con la independencia se declaró la igualdad legal de todos los habitantes mexicanos y se había abolido el sistema de cas- tas, estos pintores supieron capturar la división social por el origen racial y el estatus que seguía vigente en el México independiente.5 Por este interés en el exotismo de los románticos, los pintores europeos seguidores de este estilo que visitaron el país quedaron fascinados por la cultu- ra y el pueblo mexicanos. El romanticismo favorecía “el reforzamiento del in- dividualismo y el nacionalismo”. Así, mientras que en Europa se recuperó “lo medieval”, en los países americanos se rescató “lo propio y característico”.6 Estos artistas extranjeros captaron figuras aisladas con “sus rasgos particulares, con su vestimenta propia, inscritos en su ambiente dado” y “descripciones na- rrativas” de paisajes o escenas costumbristas.7 De este modo, encontramos la obra Mercado de México, de Rugendas, con toda la variedad social mexicana, desde religiosos hasta indígenas, pasando por mujeres de la elite y un niño afromexicano; la de Pingret, con tipos populares como la vendedora de aguas frescas, el arriero, el jarocho de la costa, el músico veracruzano o el cochero afromexicano, y la de Hegi, con estudios detallados de la población capitalina en festividades, con distinciones sociales delimitadas por la vestimenta y el Colección Cuadernos de Trabajo de Posgrado • Historia Moderna y Contemporánea • Maestría


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