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Espacios Tatuados

El sentido territorial... F. Khayar terminante de estas (Hiernaux y Lindón, 1993), Lipietz dice que el espacio es un “momento en la reproducción social” que refleja relaciones (en Hiernaux y Lindón, 1993: 101); sin embargo, los espacios también son historia en el presente: manifiestan modos de producción del pasado y sentidos anclados al espacio (es decir, territorialidades). En esta misma dirección, me atrevo a afirmar que el espacio tiene me- moria. En efecto, las formas espaciales son resistentes al cambio: el espacio es un conjunto de relaciones que se desarrollan a través de funciones y de formas que representan una historia escrita por procesos del pasado y del presente que modelarán aquellas del futuro. Milton Santos (1984) señala la existencia de rugosidades en las formas territoriales construidas en esta dialéctica espacial. En este sentido, el tiempo histórico deviene en paisaje y es resultado de inercias dinámicas que son condicionamientos o determinaciones parciales sobre los procesos sociales 17 futuros y en desarrollo. La idea de la memoria espacial supone igualmente la existencia de po- deres que se disputan el espacio. Surge así la diferenciación espacial. En este sentido, el espacio también se debe analizar como un campo de fuerzas, de intensidades y velocidades desiguales, resultado de múltiples variables en la historia. El territorio, entonces, se genera a través del espacio y es resultado de la acción del hombre (todo actor es sintagmático, es decir, que tiene un pro- grama de acción basado en motivaciones al nivel que sea). El territorio se en- tiende, pues, como la organización y distribución de personas y actividades en el espacio que conjuga una red de significados e imágenes asociadas. En efecto, el territorio nace de la puesta en relación de los actores y los recursos que confluyen en un espacio específico: “La territorialidad es el intento de un individuo o grupo de afectar, influir o controlar gente, elementos y sus relaciones, delimitando y ejerciendo un control sobre un área geográfica” (Sack, 1991: 194). Así, la territorialidad tendría una vocación administrativa en la medida en que tiene la voluntad de afectar, influir y controlar. De este modo, el territorio se convierte en la forma espacial primaria del poder (Sack, 1991: 203). La territorialidad específica se refiere a un esfuerzo que viene “desde arriba”, es decir, desde los que sustentan y respaldan el poder. Esta se en- D. R. © 2012, Instituto Mora Se autoriza la reproducción total o parcial de este artículo, siempre y cuando se cite la fuente.


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