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Espacios Tatuados

Espacios tatuados. Textos sobre el estudio de las regiones y los territorios isbn: 978-607-7613-86-2 carga de realizar una clasificación por área, donde se vuelve innecesario catalogar cosas y relaciones internas. La territorialidad específica establece normas de comunicación simbólicas para las relaciones que se enmarcan dentro de esta; restringiendo y limitando la naturaleza de los intercambios. Bajo esta óptica, determinados modos de actuar se legitiman de forma colec- tiva creando una cultura específica regulada por normas, valores, derechos, etc. La territorialidad específica establece una suerte de membresía donde existen tanto prescripciones espaciales como prescripciones sobre posesión, interdicción, exclusión, etc. (Sack, 1991). Como ejemplo, podemos hablar del concepto de frontera. La frontera como constructo social, material y simbólico, respaldado por el poder de un Estado nacional nos deja observar las características arriba señaladas de manera inequívoca: la frontera (como una línea que divide) es el símbolo 18 irrefutable de la territorialidad específica, al definir lo que está adentro de lo que está afuera y permitiendo la libre circulación en el interior mientras controla el acceso al territorio específico. La noción de territorialidad específica nos remite, entonces, a pensar en que el sistema social que anima determinada territorialidad es un sistema cerrado en tanto que no permite la entrada de nuevos elementos o actores ajenos; sin embargo, más allá de las discusiones conceptuales, esta visión es útil para comprender cómo funciona la territorialidad “dominante” (aquel respaldado por el poder específico de cierta territorialidad) frente a la reali- dad social en el espacio de los flujos (Castells, 2004), ya que consideramos que en ningún caso se trata de un sistema cerrado. Como vimos antes, el territorio específico es el área de influencia de un poder, sin embargo, el concepto de territorialidad no puede ser reducido “a ser un mero contenedor geográfico administrativo de la sociedad política nacional” (Giménez, 2004: 11-12). El territorio no se puede desligar de la cultura y, en este sentido, entre el territorio y la cultura existen tres niveles de análisis. Primero, el territorio es “susceptible de ser apropiado subjetivamente como objeto de representación y de apego afectivo” (Giménez, 2004: 15). En segundo lugar, de nuevo el papel de la memoria del espacio es central ya que los territorios están “literalmente ‘tatuados’ por las huellas de la historia, de la cultura y del trabajo humano” (Giménez, 2004: 14). En tercer lugar, Colección Cuadernos de Trabajo de Posgrado • Estudios Regionales • Maestría


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